domingo, 30 de junio de 2013

EL CLUB DE LAS SEDUCTORAS



No hace mucho me desplazo al aeropuerto de Manises para recoger a un amigo. Allí me entretengo con los niños mirando el tránsito de aviones hasta que anuncian la llegada del vuelo procedente de Londres. Animados, nos dirigimos a la salida de pasajeros donde vemos desfilar a los viajeros. De repente me fijo en algo. Un grupito de chicas que conozco de vista, más o menos de mi quinta, surge entre risas tras lo que parece haber sido una escapadita femenina grupal. En las manos sujetan varias bolsas primorosas por las que sale un bonito papel y en las que se puede leer “Victoria Secret” o “Agent Provocateur”. “Estas pijas se han ido a hacerse el ajuar” –pienso sin poder apartar la vista de ese botín lencero. Más tarde otra amiga me informa de que se ha puesto de moda entre las mamis de nuestra edad el hacerse con lencería de lujo de firmas de fuera, que es lo más. Vamos, que si antes a alguien cuando iba a Londres le encargabas la bolsita de Harrods, perfumes o té, resulta que ahora lo que pega es que te traiga un conjunto estilo perra con lazos, encaje y cuero. Me cuenta que en esas tiendas en cuestión, si pides cita con antelación, te reservan hora en un privado forrado de ante, cortinas y espejos donde te puedes pasear en ropa interior delante de tu acompañante bebiendo champagne. En algunos además dispones de hasta una barra de suelo a techo donde te puedes encaramar con las piernas cruzadas sacando pecho para caldear aún más la ocasión. “Pues yo sé de mas de una que parecería un jamón” –le digo con malicia.
Sólo unos días después me encuentro en una fiesta infantil cuando una de las madres saca el tema. “Me he comprado en Internet unos conjuntitos guarros” –nos anuncia. Y nos muestra por el escote de la camiseta un sujetador de encaje negro y violeta completamente bordado con los tirantes trenzados. “Caray, ¿y como has podido acertar así sin probar” ­–le digo. “La primera vez los tienes que encargar. Le das tus medidas a alguien que vaya, elijes el modelo y allí en la tienda le asesoran. Así no fallas.” ­–me explica. Yo, que soy dada a la ropa interior negra o blanca, sencilla y de algodón, que paso del tanga y prefiero el culotte, me siento de repente inapropiada y poco sexy. “¿Debería probar, resultaría más femenina yendo a la compra o al parque enfundada en lencería fina, vestirse rollo vicioso es la única esperanza que quizás le queda a una madre para poner caliente a su esposo?” – me pregunto picada por el tema. No puedo evitar rememorar la cena de chicas a la que me invitó una vecina. Al llegar a los postres, y por aquello de animar la velada, nos reúne frente al televisor y nos pone el show que cada año organiza la firma Victoria Secret. Top models espectaculares entre las que se encuentra Alessandra Ambrosio, Adriana Lima o Candice Swanepoel desfilan con conjuntos increíbles en una pasarela de ensueño portando en la espalda unas alas enormes elaboradas con plumas, pedrería y toda clase de fantasías. Nosotras, con un trozo de pizza en una mano y una cerveza en la otra, observamos a esas mujeres bellas, altas e increíblemente flacas como si fueran de un mundo irreal. “Pues yo las veo un poco caballonas” –comenta una. “A mi me han dicho que antes del desfile se tienen que mantener un mes sin comer” –dice otra. “En ese mundo hay mucha frígida, estar tan delgada te quita las ganas” –añade una tercera. Desde ese día asocio la alta lencería a ese numerazo yanqui angelical donde la damas se presentan con larga melena, tipazo y aspecto decidido lanzando besos al aire con gesto divertido.
Ahora tengo la sensación de que hay una asociación secreta, algo así como “el club de las seductoras” donde solo tienen cabida las señoras amantes del tanga y los picardías. Animada por la curiosidad me propongo hacerme con algún conjunto atrevido para vivir en mi propia piel esa lujuria lencera. Quién sabe si dentro de unos meses me veo en Inglaterra colgada en la barra de un cuartito privado viviendo un momento de lo más depravado. Les confieso que me da pereza.

1 comentario:

  1. No te atormentes, la lencería no garantiza el éxito y ni siquiera lo facilita. Lo único que garantiza el éxito, es la actitud.
    Saludos.

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