martes, 22 de octubre de 2013

SEXO, DROGAS Y ROCK & ROLL



Me entero, a través de una buena amiga que se dedica a la organización de eventos, que unos chavalines pijos, hijos de tal y cual, celebraron recientemente un cumpleaños, una jarana monumental con casi cien invitados en un garito del centro con catering, barra libre y dj que duró hasta altas horas. El resultado final, con la intervención de algunos padres incluida, fue de ligeras melopeas, varias quejas por ruido, una pelea y numerosos escarceos en el baño en plan aquí te pillo aquí te mato rollo perro, que dejaron constancia de que la tónica de la noche era el guarreo. Si partimos de que el “sexo, drogas y rock & roll”, el eterno mantra de la juventud alocada que llamaba al desenfreno, se ha convertido en cliché gracias a las montañas de información y los talleres de prevención sobre drogas que, por fortuna, han conseguido estigmatizar el vicio hasta el punto de que para la mayoría de adolescentes fumarse un pitillo no solo es nocivo sino que te hace parecer un pardillo. Entendiendo que el rock & roll como tal ha muerto reconvertido en música de culto destinada a una minoría y desbancado por un pop edulcorado y abanderado por Rihanna o One Direction, la realidad es que a los adolescentes de hoy en día, educados por padres estresados y permisivos, entre modernos dispositivos y sistemas operativos, el único reducto que les queda de transgresión y libertad es el sexo. Las cuatro letras mágicas de las que nadie parece querer hablar pero que todo el mundo desea practicar cuyas bases la mayoría de los no iniciados aprenden en Internet. La red infinita ofrece toneladas de material low cost donde una actriz recauchutada y depilada mira al techo con ojos de muñeca mientras rebota inerte sobre un tío musculoso que la anima con un mecánico “vamos nena”. El resultado no se ha hecho esperar y si bien hace un par de años una joven italiana fue noticia al celebrar su 18 cumpleaños realizando felaciones a 18 amigos que acudieron a la fiesta a expresarle sus felicitaciones, otra de las prácticas de moda es la fiesta del semáforo, a la que los asistentes acuden con una pulsera roja en caso de tener pareja, amarilla, en caso de estar abierto a algunas posibilidades o verde, que indicaría al resto estar dispuesto a tener sexo sin tener que intimar ni utilizar un pretexto. Recientemente una joven polaca de 21 años, Ania Lisewska, anunciaba sincera en su cuenta de Facebook haber iniciado un viaje por todo el mundo decidida a acostarse con 100.000 hombres, una labor hercúlea y difícil de cumplir pese a los 280 maromos que declara haberse ventilado a su paso por Varsovia. El mundo editorial se suma al movimiento con la aparición de Alara Branwen y Christie Sims, dos veinteañeras texanas que están arrasando con historias de sexo bestial entre jóvenes delicadas y dinosaurios. Con títulos como “Trabajándose a un dragón” o “Cogida por el T-Rex”, estas dos creadoras rompedoras, que escriben bajo pseudónimo, han encontrado un nicho en el errático mercado de lo erótico.
Es por ello que nos debemos de plantear si hay alguna cosa que estemos haciendo mal. Mientras el mundo de lo sexual sigue siendo un tabú abordado en contados casos por profesionales como Elena Ochoa o Lorena Berdún, si el modelo de relación pasa por el porno cutre y forzado que se puede encontrar colgado donde es imposible detectar un mínimo de sentimiento, desde el momento en que para muchos adolescentes lo que mola es empezar yendo al grano saltándose los besos en los labios y el cogerse de la mano, el público adulto aplaude ficciones con sexo explícito y violencia extrema como si no existiera ningún problema. Por ello cuando alguna madre me cuenta escandalizada que en el colegio de su hija dos niñas de quince años han sido amonestadas por enviar WhatsApps con fotos de sus pechos desnudos, o que en el hijo de una vecina se lo ha montado en el portal con una chica de su clase que parecía muy formal, yo me digo: con el terreno que hemos sembrado, la falta de información y el material que se ofrece al respecto en la red y en televisión, ¿cómo coño es posible que nos sorprenda la situación?. 

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