Gran
parte de la población mundial se llevaba ayer las manos a la cabeza en masa
tras anunciarse la victoria de Trump. Tachado de misógino, racista y playboy el
empresario y promotor inmobiliario está considerado como una bomba de
relojería. Pero, lo que la mayoría no ha valorado, es la transparencia del
recién elegido presidente en cuestiones veniales, algo que lo hace sin duda más
accesible y terrenal. En una entrevista con el controvertido locutor Howard
Stern el señor Trump abría su corazón para confesar: «no me gusta el sexo anal,
ni el oral», dejando así patente su postura conservadora en lo que a conducta
sexual se refiere. Además, cuando todavía era novio de su hoy esposa Melania,
declaró en un arrebato de romanticismo estar tan enamorado de ella “que no
hacia la marcha atrás”. Fruto de ese punch amoroso nacía hace diez años Barron,
el único hijo de la pareja. También dijo que nunca había visto a su amada
tirarse un pedo y que ella solo entraba al baño para hacer aguas mayores «como
cuatro veces en tres años», lo que debería animar a la primera dama a dejar
constancia de sus momentos estelares con el wáter en un documental. Delicado
como ningún otro, definió a Marla Maples, su anterior esposa, como “un 10 en
tetas y un 0 en cerebro”, dejando claro que lo suyo son los números redondos y,
pese a las dudas que existen respecto a sus planes económicos para el país, el
nuevo presidente demostraba que en materia femenina
controla, afirmando que «es muy difícil
que una tía plana sea atractiva». Lo que está claro es que el controvertido empresario
conoce bien a las mujeres y, para acabar de conquistar a aquellas indecisas,
lanzaba en unas declaraciones sinceras llenas de humildad, «no necesito Viagra, más
bien algo que tenga el efecto contrario. No es por presumir. Es que es así».
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¿Holaaaaaaaaa? ¿Hay alguien al otro lado?
ResponderEliminarAtentamente, Manuel. ;-)