viernes, 3 de enero de 2014

LA LLAMADA DESEADA


Pese a la hegemonía del Smartphone y la tiranía que el WhatsApp ejerce en nuestras vidas, todavía queda un reducto para el suspense, una parcela de tradicionalidad que nos transporta al pasado: esperar una llamada de alguien que te gusta, de ese trabajo al que te has presentado o del amante que parece distanciado. Ese momento, que se puede extender desde un minuto, hasta una tarde o varios días, genera en el interesado expectación y desarrolla su imaginación hacia varias posibilidades que oscilan entre el pesimismo, el optimismo o el puro realismo. Recuerdo que una amiga, tras esperar como una posesa que el macizo que le pidió el número en una fiesta muy divertida diera señales de vida, me invita a su casa a cenar. «Hoy es jueves, me va a llamar. Querrá quedar mañana y ha esperado hasta el último momento para aparentar normalidad» ­–afirma. Yo la escucho admirada por su seguridad. Ella prepara caipiroskas en la mesa del salón poniendo toda su atención. «¿Hace cuantos días lo conociste?» –pregunto. «Casi diez. Me tiene totalmente absorbida, creo que va a ser el polvo de mi vida» –sentencia. Entonces, y como una señal del destino, su teléfono empieza a sonar. Yo salto del sofá y miro pantalla: «¡Es Adrián!» –le grito. Ella termina de servir el vodka sin levantar la mirada, deja la botella y le pone el tapón. Se seca las manos con un trapo de algodón. Abre un armario del que saca dos posavasos de cristal. «¡Joder, que va a colgar!» –le insisto. Con paso de gacela se acerca y me entrega una copa. Con la otra se acerca su cóctel a la boca y bebe tranquila. Entonces gira su cabeza, alarga el brazo y coge el teléfono que de tanto sonar parece que ha empezado a bramar.  «¿Qué tal?» –contesta con una sonrisa. Semanas después, y a tenor del placentero resultado, puedo decir que la intención debe de ser inversamente proporcional a la esperanza que tengamos en lo anhelado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario