viernes, 17 de enero de 2014

LOS ZAPATOS DEL PRESIDENTE


En 2005 Joseph Aloisius Ratzinger es coronado como Benedicto XVI y algunos de los primeros titulares los protagonizan sus llamativos zapatos de piel roja, que muchos atribuyen a cierta sofisticación, incluso a las ganas de llamar la atención, pero que en realidad son el símbolo de la sangre de los mártires cristianos. Tres años después salta a la palestra Lady Gaga y sus vertiginosas plataformas de diseños imposibles, que la elevan al estatus de rareza y hacen de su caminar misión imposible. Recién iniciado 2014 un hombre sale de un portal en París intentando pasar desapercibido, con paso presto, el casco de la moto puesto y toda la pinta de haber hecho algo prohibido. Un paparazzi capta el momento y una revista sensacionalista señala con el dedo a François Hollande, el mandatario francés. La prueba incriminatoria no es la forma de moverse, la estatura, ni la incipiente barriga. El quid de todo el asunto está en los zapatos de piel negra, cara y trabajada que lleva el infiel. Tras la publicación su esposa ingresa en un hospital con una crisis de ansiedad y se comienza a hablar de Julie Gayet, la amante, una actriz veinte años menor con ese aura algo dejada-despeinada-recién trajinada que tienen las francesas de bien. Si el calzado del antiguo Papa recrea cierta esencia de esnobismo y los zancos de Gaga elevan la moda al paroxismo, ese par de mocasines pueden terminar convertidos en el símbolo de la lujuria, de la erótica del poder, del engaño de altos vuelos entre el mandato ejecutivo y la vedette. El presidente, al ser desenmascarado, reconoce sentirse indignado y asegura: «los asuntos privados deben tratarse en privado». Yo le diría que hubiese antes pensado en el calzado, pues no es el primero que juega a ser el amante motorizado. Siempre le podrá pedir consejo a ese otro cazador cazado.


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