lunes, 10 de marzo de 2014

UN GRUPITO DE WHATSAPP




Me han metido en un grupito de WhatsApp que tiene como nombre de guerra “Rabos”. Pese a que muchas de las participantes están casadas o emparejadas ninguna habla nunca de su marido, algo que me parece desconcertante y a la vez divertido. El grupo surgió en un principio con el fin de organizar una cena bajo el alias de “sábado noche”. Tras la velada una envió una foto de varios tíos en pelotas con la idea de animar la semana y, en vista de la buena aceptación, otra más lanzada decidió renombrarnos y escoger un sustantivo que, lejos de ser sutil, consiguiera definir el carácter erótico-festivo y faltón que gobierna nuestra unión, y así opto por un contundente “rabos”. En dicho chat se alternan mensajes que informan sobre alguna actividad infantil, el teléfono de una peluquería, fotografías muy bestias que a más de una sonrojarían, recetas de cupcakes, chistes guarros, apuntes de moda, críticas diabólicas y observaciones sexológicas como “ayer vibré” o “me he comprado lencería de putón”. Me ha pasado más de una vez estar en una reunión o mostrar a alguna madre del colegio alguna información en el teléfono cuando, en la parte superior de la pantalla, aparece un mensajito del grupo. Es entonces cuando la visión de ese “rabos” a traición, que parece agrandarse y eternizarse para la ocasión, me deja mirando el dispositivo con la ceja levantada. La otra persona suele hacer como que no ha visto nada y yo mascullo alguna excusa peregrina, como “debe de ser una broma” o “¿a ver? no sé de qué se trata”. Tengo claro que el material de ese chat abriría a los psicoanalistas un nuevo camino sobre como se estructura el pensamiento femenino, más complejo, socarrón y sofisticado de lo que siempre se ha pensado. Y así se aclararía uno de los puntos fundamentales: puede que los hombres sean más directos y sexuales, pero es seguro que nosotras somos más creativas y brutales.


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