viernes, 10 de julio de 2015

LA PLUMA DE VAROUFAKIS




No quiero ser aguafiestas pero, ¿soy la única que le ve la pluma a Varoufakis? Tras leer varios artículos de periodistas que confiesan su deseo por el político griego busco en la red y me encuentro con el pasado no tan lejano de Yanis. Entonces tenia pelo negro y abundante, pose afectada y esa boca drakúlea que a mi tanto me recuerda a la de Freddie Mercury. Con los años se ha depurado, musculado y rasurado, pelo yo lo sigo imaginando entonando Bohemian Rhapsody con el pecho descubierto, la cara sudada y una capa dorada. El tema me hace pensar en la sexualización de la política que vivimos y en una conversación reciente que presencio entre un grupo de mujeres de entre treinta y cincuenta. «A mi me pone un poco pensar en acostarme con un tío de izquierdas, he leído que aguantan más y que son más creativos», comenta una. En el grupo se establece el debate y, si bien queda claro que el pelo largo, las camisas de manga corta o los bolsos cruzados son asesinos de la libido, a la mayoría les seduce el rollo informal, los brazos marcados en la camiseta, el tejano algo ajustado, «yo tengo un vecino de Compromís que da clases en la universidad y tiene manos como de amasar y un punto entre amable, salvaje y comprensivo. Me lo imagino teniendo sexo del guarro en la cocina, sobre la mesa, en el sofá. Y yo sin depilar», relata otra. Un sector de la mesa cree que el hombre de derechas es quizá más sofisticado, en plan menos pero bueno, y cuenta el caso de una conocida a la que su marido, un acaudalado empresario de corte conservador, le hace ponerse un arnés inquietante y cambiar de rol. Algunas opinan que a la mayoría de machos de izquierdas les falta estilo y ese toque de masculinidad del que dota una chaqueta bien cortada. Entonces habla una de las damas divorciada: «yo aunque solo sea para joder a mi ex marido me apunto al sexo subversivo».

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