domingo, 22 de junio de 2014

AMIGOS CON ROCE




“Yo de siempre me llevo mejor con los chicos”, afirma no hace mucho Olga en una cena. “La amistad con un hombre me resulta mucho más natural, menos competitiva. Entre dos mujeres la relación en algún momento se presenta conflictiva”, expone esta economista madre y casada que, poseedora de un atractivo destacado, disfruta de una treintena privilegiada. Me consta que con alguno de sus íntimos, uno de esos por los que ella pone la mano en el fuego, ella tuvo un magreo en el pasado. Sé además que aunque él también está casado ella nunca lo ha olvidado. E intuyo, cuando los veo en acción, que si bien supongo que no hay nada más entre ellos, ambos se dan el uno al otro calor. Conozco además el caso de un amigo que mantiene desde hace años la amistad con una chica algo más joven que él a la que conoció en el trabajo. Pese a que él hace alarde de la situación incidiendo en que entre ellos nunca ha existido ninguna clase de atracción, puedo ver como él sin pensarlo la toca, le mira la boca o la escucha fascinado sin darse cuenta de que lo que le ocurre en el fondo es que está enamorado. Les insto a que observen a su alrededor, analicen a esas parejas que conocen de amigos hombre-mujer y se pregunten: ¿cuál de los dos parece más interesado?, ¿es seguro que nunca se han enrollado?, si ella es atractiva y el tío no es feo, ¿cómo es posible que consigan controlar el deseo?. Si la ley natural indica que la mente femenina está programada para el romance y la masculina para tratar de copular con todo lo que tiene a su alcance, si las damas somos posesivas y coquetas y ellos se pierden por unas piernas largas, una sonrisa o unas buenas tetas, si nosotras tenemos fantasías y ellos son los reyes del porno en la red, ¿alguien se cree todavía la utopía de la amistad mixta, casta e inocente? La respuesta está en la parte baja de su vientre, no en su mente.

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