domingo, 15 de junio de 2014

LÁGRIMAS CALIENTES





Lo que le ocurre a Marisa es un tema a estudiar. Tras varios años de casada un día descubre una faceta de la vida íntima de su marido que le pilla completamente desprevenida. Hacía tiempo que lidiaban con la enfermedad de un familiar. Una noche se encuentran en el salón hablando del tema y ella, sobrepasada, se pone a llorar. Él entonces la observa con atención, se sienta junto a ella, le retira el pelo de la cara, arrastra con el dedo una lágrima que atraviesa su mejilla, le coge de la barbilla y la besa con profusión. Tras bajar la mano hasta el escote se enzarzan en una sesión de intenso sexo conyugal que culminan sobre el suelo. Para ella no es digno de atención hasta que unas semanas después, tras discutir con una amiga, le narra a su esposo lo ocurrido y se deja llevar por el llanto. Él cierra la puerta de la habitación, se sienta de rodillas ante ella y le dedica una mirada de admiración para, a continuación, desabrocharle con calma la camisa, liberarla del pantalón y tomarla sobre la cama, en un momento lleno de erotismo y pasión. Es así como mi amiga descubre que hay un punto en el subconsciente de su pareja que hace que se ponga muy caliente cuando ella expresa su tristeza. Desde ese momento, y tratando de no pasarse de teatral, lo agasaja de vez en cuando con alguna escena dramática que tiene lugar tras relatarle un problema, que algunas veces se ha tenido que inventar, a lo que el marido siempre responde hecho un animal. Ella ha pensado que quizás tenga que ver con el gusto de él por las novelas y series de corte medieval, cuando el caballero valiente debe de salvar a la dama asustada y a la vez ardiente que lo recibe entregada, consciente de que además de salvada va a sentirse colmada. En todo caso ha decidido no preguntar, pues está convencida de que una de las claves del deseo sexual es el componente visual. Y ahí sobran las palabras.

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