Reunión a media tarde con madres del curso de natación.
Cervezas y vinos blancos ocupan la mesa mientras charlamos alegremente. Olga,
como siempre, llega algo tarde. Saluda por encima, se sienta a la mesa y
pregunta levantando una ceja: ¿No notáis algo distinto?. El resto la miramos
buscando alguna cosa que nos llame la atención. Olga entonces saca pecho
poniendo de relieve dos marcas picudas en la zona del sostén. “¿Y eso qué es?”
–preguntamos alarmadas. “Pezones artificiales” –revela triunfal. “Lo último,
capaces de poner caliente hasta el último esquimal” –añade. Y se saca una
prótesis de silicona con un botón puntiagudo, una suerte de huevo frito con
hinchador. Asegura Olga que se trata de la señal máxima de seducción, la
manifestación más primaria y bestial de que la libido está en aumento, la marca
del deseo inocultable común a todas las civilizaciones. El entusiasmo desmedido
de mi amiga hace que me replantee mi bagaje en el asunto, pues la mujer, a mi
parecer, desde la temprana adolescencia, intenta ocultar como sea dicha
protuberancia en pos de cierta vergüenza. Es más, los trucos para disimular el
tema como discos de goma, el uso de gasas o el socorrido esparadrapo, circulan
en la red y se pasan de boca en boca. “No os lo podéis imaginar, no me quitan
los ojos de encima” –asegura Olga convencida. Yo no tengo ninguna duda de que,
efectivamente, esa puntual inflamación se convierta en el centro de
atención. Me resulta el capricho de Olga
una vuelta a los noventa y lo enlazo con los míticos conos de Madonna que este
año ella misma resucita. Vuelve así la sexualidad icónica, armada, el erotismo
evidente, para no hacer, me imagino, trabajar a la mente. Cuando todo está
enseñado y la sutilidad se desvanece, es el momento de optar por lo directo, lo
crudo, en plan terapia de choque, y esperar una vuelta a lo sutil, en una rueda
sin fin. Pueden ser esos pitones la señal visible de un regreso a lo sensible.
Quizás Olga tomó al pie de la letra la consigna ofrecida por una veterana
atleta: “se toca el techo sacando pecho”.
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Así no se puede ir por la vida, le va a sacar un ojo a alguien.
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