viernes, 18 de mayo de 2012

AMOR PURO Y VIRGINAL




Hay amores que marcan. Más allá del tiempo, de la edad o la situación, el recuerdo de alguna relación puede quedar grabado en nuestro frágil subconsciente. El peso del compromiso puede agravar la tendencia y empujar al afectado hacia el abismo de la inconsecuencia.
Faltaba un mes para el enlace de Lucía, joven formal de familia bien, con trabajo fijo y una relación estable con su novio de la facultad. Entre los nervios, la emoción y las pruebas del menú, todavía encuentra tiempo para buscar a Rafa, su primer amor, el guapo del colegio, el canalla que la hizo vibrar por espacio de diez meses y que, a causa del traslado de sus padres, no volvió a ver tras ese curso. Vía Facebook descubre que vive en Tarragona, que sigue en forma, soltero y ¡¡oh sorpresa!!, que se ha ordenado sacerdote. Incrédula, nos suelta la noticia: “No puede ser, lo tengo que ver. Esas manos, ese cuerpo, ese miembro… de la Iglesia”. Entonces Lucía se imagina a Richard Chamberlain en El pájaro espino, transgrediendo la ley divina para dejarse arrasar por una pasión incontrolable al verla de nuevo.
Dos días después se presenta en la casa parroquial. Tras la sorpresa inicial conversan largo rato. Tanta contención, tanto recato, elevan el alma de Lucía y allí, sin ambages, se siente enamorada y decide confesarle su secreto. “Si crees que me amas, es que amas al Señor. Sigue tu camino con fe y no errarás en las decisiones” –la instruye. Lucía, movida por su pasión, confunde las palabras y se lanza a los brazos del padre que, aturdido, la aparta de su lado y la expulsa del convento.
Semanas más tarde, Lucía da el “sí quiero” vestida de blanco. Al posar los ojos en el altar, asume, sublimada, lo imposible de su historia con el cura. Esa revelación relaja su estado de ánimo convirtiendo su secreto en el germen de un deseo puro, inmaculado y ajeno a las bajezas terrenales.

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