domingo, 15 de julio de 2012

AZOTES DE VERANO



Todo empieza el día que entro en la librería situada en la Gran Vía cerca de Cánovas y compro “Cincuenta sombras de Grey”, el best seller americano que está causando furor entre mujeres de todo el mundo. Una historia de sexo duro y dominación, con toques de romanticismo, entre una joven estudiante y un guapo y sexy millonario. Pese a que no es un derroche de literatura, la novela engancha, calienta y abre ante el lector todo un universo de posibilidades a explorar en pareja.
La semana siguiente acudo a una fiesta de 40 cumpleaños en una bonita casa de la calle de la Paz. A la hora de comer un nutrido grupo de mujeres de entre treinta y largos y cincuenta nos reunimos, copa de champagne en mano, para festejar con la homenajeada. Damas de cuna, atractivas y con posibles que además, han visto despuntar su carrera profesional. “Tú eres la de las columnas, la experta en parejas” –me rodea un grupito de cuatro nada más llegar. “Bueno, si” –contesto algo parada. No se si me siento muy preparada, pero me alegro de haberme puesto un conjunto de ropa interior en fucsia que me hace sentir peligrosa.
“Pues cuenta, danos truquillos, alguna cosa que anime el tema” –suelta una de ellas. Otras más se acercan, motivadas por la conversación, y yo me encuentro así, a pelo, frente a nueve pares de ojos que esperan alguna revelación. Entonces me acuerdo de la novela. “Hay un libro que os deberíais comprar. Una historia de pareja caliente a tope con juego de amo y sumisa.” –explico. Ansiosas, me acribillan a preguntas. “¿Es algo tipo Emanuelle?” –se interesa una. “¿Ella se queda colgada de él? –lanza otra. “Dicen que gracias a esta historia las madres americanas han recuperado las ganas” –afirmo. Entonces ocurre algo. Una de ellas, delgada, castaña y con aire pausado y conservador, carraspea un segundo y suelta mirando al suelo: “yo hoy he salido sin bragas”. “¡Caray que lanzada!” –exclaman algunas. Un murmullo de aprobación recorre la sala. Y es esta revelación, por obra de la magia del momento, la que sirve de detonante a lo que viene a continuación. Desde un “yo me compré un disfraz” a “a mi nunca me apetece” a “te lo tienes que montar sola” o “a mi el profesor de pilates me mola”, hasta “me va el corsé con tacones”, “mi marido nunca tiene bastante” o “la clave es el lubricante”. Una lluvia de confesiones que emergen de manera espontánea y dan luz a una cuestión que a mi me resulta evidente: tras años de liberación y en el momento en que el sexo parece estar siempre presente, tras el lanzamiento a la piscina de la condición femenina en cuestiones veniales, con la institucionalización del “todo vale” cuando se trata de dar rienda suelta a los instintos animales, a la mujer de hoy le sigue intrigando el romance, la fantasía y la imagen de un maromo de brazos firmes y torso de roca que le suelte con voz profunda: “yo sé como callar esa boca”. Receptora de ese momentazo femenino, el status de narradora me sitúa a la cabeza y, cual maestra de ceremonias, siento la obligación de calmar sus apetitos exaltados y me lanzo con lo que me pasa por la cabeza: “En mi opinión sois unas diosas. La mujer en cierto momento, dejados atrás los vaivenes y tonterías de esa primera juventud, emerge cual cisne blanco e impone su esencia rotunda, meteórica, total, y como una supernova, brilla potente copando la extensión plena del yo. Maestras de lo sutil, bebed y calmad la sed del prójimo con la experiencia y los arrestos que dan los años. Carne embriagadora, belleza desgarradora que mira de frente y se abre en dos para morir de placer y deseo.” –culmino. “Deberías dejar ya el vino” –me recomienda una amiga. El resto me dedica un breve aplauso y a mi, ya lanzada, aún me da tiempo a citar un par de técnicas de alcoba insólitas que hace poco leí en un reportaje, como el cangrejo ruso o la pinza birmana.
Me marcho por la puerta grande. En el Parterre me cruzó por lo menos a un par de señoras con la novela en la mano. Quizás este sea el verano del amor. Me parece detectar en las calles un sutil libertinaje pues, en tiempos convulsos, se acentúan los impulsos e impera la apertura sin fronteras. Coja el látigo con mano dura, azote al tedio, use la imaginación y ¿por qué no? Opte en lo privado por cierta incorreción.  

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