viernes, 1 de junio de 2012

PUESTA EN ESCENA OBSCENA




Cuando uno luce soltero, si se lanza a la piscina y pica de flor en flor, antes o después tendrá, con total seguridad, alguna experiencia particular que por lo extraño y poco realista, entre de cabeza en el ranking de la rareza. Hace unos meses acudió mi amigo Pedro a una fiesta en casa de amigos comunes. Allí, unos y otras tomaban canapés y copas en un ambiente relajado. Pedro es presentado entonces a Eva, una simpática chica con la que entabla conversación y descubre que, pese a no ser despampanante, le resulta bastante interesante. Porque Eva, amante de lo histórico y del mundo esotérico, es agradable y tiene animada conversación. Una cosa lleva a la otra y un par horas después, con la excusa del último trago, se encuentran en casa de ella embarcados en juegos preliminares. Ambos, excitados, liberan sus cuerpos de ropa lanzados a lo inminente cuando Eva, detiene la acción, y lo mira atenta a los ojos con una clara revelación: “Eres Arturo de Camelot” –asegura – “Lo percibo, he podido sentir tu presencia en otro tiempo y otra existencia”- sentencia. Pedro, con un calentón doloroso, mantiene la mirada y contesta, a fin de proseguir con la gesta:  “Ginebra, amada mía, ¿dónde estabas?” Ambos, asumen su papel y continúan las maniobras con pasión descontrolada. En el fragor de la batalla Eva, congestionada, increpa a su caballero: “¡Conquista mi retaguardia!” A lo que Pedro, algo aturdido, responde decidido: “¡Hundiré allí mi Excalibur, por San Jorge y por Inglaterra!”. Así la pareja culmina una épica hazaña que con el tiempo han convertido en ritual.
Más tarde, Pedro reconoció que esa noche, además de su propia capacidad, recibió la ayuda del mago Merlín, que le tendió una píldora azul acelerando su ritmo y presteza. Al resto nos parece la monda, imaginar a nuestro amigo sentado en la mesa redonda, seducido por su amada y blandiendo su mágica lanza, con templanza, pasando de toda lógica.

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