jueves, 1 de marzo de 2012

Columna de Las Provincias sobre la realidad de las mujeres de 40.


MUJERES DE CUARENTA

Los cuarenta es una edad en la mujer por la que siento verdadera fascinación. Mientras las de treinta hacemos equilibrios abrumadas por toda suerte de novedades trascendentales como son la maternidad, el matrimonio, la independencia o la proyección laboral, ellas miran el mundo desde el púlpito elevado de la seguridad y la experiencia. La mujer a esta edad sabe lo que quiere, lo que necesita y lo que le gusta. Normalmente ha encontrado su peinado, domina los tacones y no se la juega con estilismos imposibles, pues el pasado le ha demostrado que arriesgarse con la moda se paga caro. La mayoría se cuida, va al gimnasio y luce un cuerpo tonificado que sabe donde lucir. Pues si la década anterior, embarazos, crianzas y relaciones, nos suelen tener alejadas del circuito de fiestas y festejos, pasados esos años de retiro, la hembra vuelve a la carga poderosa, valiente, jugando sus cartas con arte y blindada a toda suerte de ataques exteriores. Además, su relación con respecto al hombre cambia de manera radical. Al fin deja de idolatrarlo y necesitarlo para hablar de él con una mezcla de indiferencia, condescendencia y cierta sorna. Si años atrás ella anhelaba la llegada de un príncipe azul que la conquistara por siempre, ahora lo ve como un mequetrefe, un ser débil, inconsecuente y programado para el romance, la conquista y la fantasía barata.

Pero si hay algo seguro, es que en esa etapa la dama deja atrás prejuicios, perezas y rarezas para encontrarse a sí misma en la cama y empezar a disfrutar como amante. Así, rotunda y contundente, se muestra en plenitud, sin tapujos, para dar rienda suelta a su placer, entregada a esa cuarentena lujuriosa, sin importarle mucho el quién, y si el cómo y el cuando. Porque, y como una atractiva y madura conocida me confesó no hace mucho “Si voy a hacer yo todo el trabajo, no me importa lo que tenga abajo.”

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